EXPLICA'M UN CONTE

El trabajo no lo es todo

Erase una vez, en una pequeña casa de campo, vivía una niña con su padre y una humilde niñera. A Gretel, la niña, le encantaba pasear por los verdes prados que rodeaban su casa.
La pequeña pasaba horas y horas soñando despierta entre los colores que relucían en el verde campo.
Recogía amapolas y violetas y las juntaba todas ellas para llevarlas cada día a su querida madre, que por desgracia solo se presentaba en su recuerdo.
Lo hacía desde que tenía 5 años. Y ahora 4 años más tarde, seguía haciéndolo igual que todos los días.
Por la tarde, al volver del colegio, recorría el campo en busca de las flores para así llevarlas con su padre al cementerio.
Pero no todos los días Pereira, el padre de Gretel, podía acompañarla a visitar a su difunta madre. Pues trabajaba en la redacción del Lisboa, una revista literaria en la que Pereira se hacía cargo de la página cultural.
Como trabajaba mucho y se encontraba lejos de la hermosa casita del campo, muchas veces llegaba tarde para la visita de su esposa.
Pereira, quería mucho a su mujer. Pero el trabajo lo invadía, posiblemente para no caer en la presión de pensar que ella ya no estaba. Se volcaba sólo en su trabajo y por eso Gretel tenía su niñera, María. Una joven encantadora en la que la niña tenía todo su apoyo.
Se había portado como una verdadera madre cuando esta enfermó, por eso Pereira, cuando Greesy los dejó quiso contratarla para que cuidara de la pequeña y además hiciera las labores de la casa, Por eso María se instaló a vivir con ellos.
A pesar de la ausencia de su madre y casi de su padre, la niña vivía feliz en su casa y disfrutaba con sus mejores amigas con las que iba al colegio. Hilda, Isobel y Louise, así se llamaban las todo orejas se sus secretos.
Gretel a diferencia de sus amigas era hija única. Las tres tenían hermanos. Hilda y Isobel los tenían mayores y Louise lo tenía más pequeño, como a Gretel le gustaría tener. Un hermano pequeño con el que jugar en las constantes ausencias des su padre.
Pero claro, ella sabía que su padre ya no podría tener un bebé.
En sus largos recorridos por el campo, la niña tenía tiempo para pensar y buscar entre sus recuerdos. Se imaginaba como sería ella de mayor, como su madre, viviendo en la misma casa que ahora con el mismo campo alrededor y sus inseparables amigas.

Pero un buen día al llegar del colegio se encuentra a María empaquetando todas las cosas e en medio del comedor.
A Gretel le sorprende la situación y se teme lo peor: que María se marche de casa.
-Papà ¿y esos paquetes? – ¿Se va María? -Preguntó Gretel no muy convencida.
-Veras Gretel… hace días, como ya habrás notado, estoy muchas horas fuera de casa. Tengo mucho trabajo en la redacción y ahora me han ofrecido un cargo mejor, lo que me permitirá estar más cerca de ti y estar más horas en casa.
- ¡Que bien papá! Pero… ¿y esos paquetes?
- A ver cariño, como te lo explico,… lo que pasa es que…para que me den ese nuevo trabajo antes he de pasar un tiempo fuera, lejos de aquí. Tengo que publicar un reportaje sobre el campo de Auchviz.
- ¡Vamos al campo! ¡Al campo! ¡Que bien! -Dijo la niña con mucho entusiasmo.
- Gretel, no. No vamos al campo que tu te piensas. Por desgracia no es un verde campo lleno de flores como a ti te gusta.
- Papá, ¡tu mismo me has dicho que vamos al campo de no se donde!
-Auchviz, Gretel Auchviz, en Berlín. Pero veras, el campo de Auchviz es un sitio un poco desagradable de ver, pero mi trabajo consiste en hacer un gran reportaje sobre la vida en ese campo, y te guste o no Gretel vamos a ir a vivir un tiempo fuera de casa, en Berlín.
- ¡No, no y no! No voy a ir, ese sitio no me gusta.
-Pero cariño no has ido aun para saberlo, y estoy seguro que vas a hacer nuevas amigas.
La pequeña jovencita se quedo unos minutos callada pensando. Y no le quedo mas remedio que aceptar que se iban a ir por un tiempo, cosa que la consolaba, solo por un tiempo no sonaba tan mal. Eso quería decir que volverían a casa. Y fue entonces cuando pregunto:
- ¿Papá… va a venir María con nosotros?
-Claro que sí, ella va a estar todo el día contigo.
-Eso ya me gusta más.
Durante la cena no se habló más del asunto, pero por no hablar, no abrían la boca nada más que para comer. Aquel silencio era agotador, y la cena pareció ser más larga de lo normal. Después se fueron a dormir i Pereira pensó, mañana será otro día y todo se verá más claro.
Llegó el día en que esos paquetes fueran ya de viaje, y con ellos Gretel, Pereira y María.
En una de las paradas que hacía el tren subió un joven chico al que Pereira ya conocía, pues se trataba de un nuevo compañero de trabajo de papá. Era Monteiro Rossi. La sorpresa para la niña fue saber que ese guapo chico al que le caía un mechón de pelo cobre la frente también se iba con ellos.
Estuvieron horas y horas viajando en tren, por eso pudieron ponerse al día de todas sus cosas hasta las más personales.
Entre sus conversaciones Monteiro Rossi dijo que hacia tiempo que no estaba con ninguna chica, pues el trabajo no le dejaba tiempo para nada, palabras que despertaran la curiosidad en María. Desde que Monteiro entro por la puerta del vagón María se había quedado mirándolo fijamente a los ojos. Y que decir de lo que pensó Monteiro al verla. Su rostro de porcelana, sus ojos verdes y su larga melena morena impresionaban a cualquier hombre con ojos.
Pero claro no se conocían y ninguno de los dos se atrevió a decir nada, las miradas ya lo decían todo.
Llegaron a Berlín, la nueva casa no era tan nueva como se imaginaba Gretel, pero tenia grandes habitaciones, a las que podía acceder con facilidad.
Como ya sabemos a Gretel le gustan mucho las flores por eso lo primero que hizo es mirar por las ventanas para ver que es lo que se encontraba a su alrededor. Por la ventada de su habitación veía una plaza con una fuente i tres tristes bancos descoloridos por el sol. Por la ventana de la habitación de María veía esos tres tristes bancos la misma fuente y un pequeños conjunto de arboles en medio de la nada. Desde la habitación de papá se podía salir afuera en la terraza, esta quedaba detrás de la casa y solo se veía a lo lejos una larga carretera la cual parecía ser infinita, con muchas rocas entremedio de la casa y la larga carretera.
Pero Gretel descubrió una vista más interesante, mucho mas de la que ella pensaba, Se encontraba ahora en la guardilla donde Monteiro Rossi dormía. Y por el gran ventanal se veía a lo lejos un sitio todo vallado con algo que se movía por dentro.
Parecían animales encerrados, iban todos en manada y con un mismo pijama.
Pasaron los días, incluso semanas. Cada día igual, papa y el Monteiro se levantaban a las 7 de la mañana y no volvían a casa sólo que para comer cenar y dormir.
Pero Gretel estaba entretenida con sus exploraciones hasta que un día su exploración fue mas allá de lo habitual, pues se empeño en llegar hasta la valla que tenía atrapados a todos esos animales.
Al llegar cerca de la gran explanada se tuvo que detener, había un gran campamento de militares. Se fue decepcionada para casa pero se prometió ella misma que otro día volvería para ver los animales.
Ese día no tardó y Gretel volvió para ver lo que había detrás de esa maldita valla que tanto la tenía preocupada.
La sorpresa fue al ver que eso que veía no eran animales, sino personas como ella, de carne y hueso, por eso ese día al verlos se echo a correr y a correr hasta que llegó a casa. Se metió dentro de su cama y se puso a llorar y llorar. La niñera estaba ya preocupada porque hacia rato que la pequeña tenía que haber vuelto para la merienda. María se acerco a la niña y le pregunto que le sucedía, pero esta no le dijo nada entre tanto llanto no podía, y además si le decía lo que había visto se enfadaría con ella por haber desobedecido las ordenes de papa de salir lejos de casa.
Pero Gretel no quería quedarse así, ella quería saber lo que pasaba allí dentro. La niña no era tonta y ya sabía que algo bueno no podía ser. Sus pijamas a rayas parecían ser trajes de cárcel, pero no relacionó a las personas con ser gente mala, su rostro entristecido lo decía todo.
Así que tres días después decidió volver, y fue cuando conoció a un niño más pequeño que ella. Se llamaba Bruno, tenía 7 años. Le gusto encontrarse con alguien con quien poder charlar, pero la visita no podía ser larga, pues se enterarían en casa y eso quedaba totalmente prohibido, así que los dos quedaron en verse día tras día.
Bruno era como el hermanito que no podía tener, aunque no podían jugar mucho por el gran impedimento de la valla se lo montaban bastante bien para hablar y contarse sus cosas y jugar con alguna pequeña pelota que se podían pasar.
No tardaron días en decidir que un día tenían que irse juntos, por eso Gretel quiso ser la primera en entrar al hogar de Bruno para que le enseñara todo.
No fue como ella se esperaba, el pijama que Bruno le dejó no hacía buen olor y no veía por ningún lado los adultos hablando en grupo, ni los niños jugar.
Solo había grupos de individuos sentados, con la mirada clavada en el suelo y expresiones de espantosa tristeza.
De repente salieron unos soldados gritando:
- ¡Todos en fila, vamos! ¡Todos en fila. ¡Para dentro!
Entonces Gretel decidió que ya era hora de irse para casa, pero el gran montón de gente arrastró a los dos para dentro. Los militares les dijeros que se quitaran la ropa que era hora de bañarse. Gretel no quería, ella se bañaría en casa, pero vió el gran malhumor del militar y pensó que era mejor ducharse y después ire para que ese señor no se enfadara.
Pues así lo hizo, se quito la ropa y cuando la puerta del gran supuesto baño se cerró todo terminó, su mano apretada a la de Bruno se deslizó igual que lo hizo todo su pensamiento. Se fue para siempre.

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